Aun con el sabor dulce de la victoria en un auténtico partidazo con el Saski Baskonia, el Granca llega al partido de ida de la semifinal de la Eurocup contra el Galatasay. Un partido que se jugará ante una de las aficiones más “calientes” (por no usar otra expresión menos políticamente correcta) de Europa y que nos tendrá a todos mañana delante del televisor.
Estas semifinales tienen un sabor muy especial, fundamentalmente porque en las cabezas de todos existe una idea que hasta ahora sólo habitaba en la de los más osados: el Granca puede ganar la Eurocup. Tal acontecimiento, tan lejano y tan próximo, supondría en teoría el acceso a la Euroleague lo que es el único camino real para que nuestro Gran Canaria crezca pues, a día de hoy y muy tristemente, sólo esa competición puede crear expectativas futuras de un Granca auto sostenible.
La importancia del modelo competitivo es tal que todos deberíamos ver nuestra semifinal con un ojo puesto en la guerra, a tumba abierta, entre Euroleague y FIBA-Europa. Del resultado de esta guerra y de las competiciones resultantes mucho tendremos que tejer nosotros con nuestro Granca pues pese a no ser parte de quienes deciden, si somos parte de quienes sufrirán las consecuencias y debemos manejarnos con cuidado.
No es una guerra nueva, cada poco la FIBA intenta recuperar el control de la competición europea entre clubes, pero no lo tiene nada fácil. Los grandes clubes, con su potencial económico han decidido mirar exclusivamente por sus intereses y de esta decisión es la existencia de la Euroleague. Una competición que tiene su objetivo puesto en una liga independiente que sea un modelo de negocio con un espectáculo deportivo como base, más que en una liga deportiva federada cimentada en varemos exclusivamente deportivos.
Los problemas que esta competición puede traer (por no decir que ya los ha traído) lo hemos tratado mil veces en este blog: debilidad de los equipos que no pueden acceder que acabará por hacerlos insostenibles y con ellos sus canteras y la posibilidad de dar minutos de calidad a los que se están formando, vaciando canchas y alejando el público “de provincias”.
La FIBA propone una competición de acceso 100% por mérito deportivo pero no pone sobre la mesa cómo hará que esa competición sea, no sólo sostenible, sino atractiva y beneficiosa para los clubs. Es necesario entender que hace falta un modelo de negocio, pero este no debe basarse en Real Madrid CF, CSKA o quien sea, sino en el propio espectáculo que es, sin duda, nuestro amado baloncesto. El baloncesto es tan divertido y espectacular que sólo necesita que se le abone y se venda bien.
El problema es que la FIBA ha vendido fatal el baloncesto, le cuesta Dios y ayuda hacer los cambios necesarios para mejorar el espectáculo. Su oxidada organización es incapaz de hacer de esto un negocio pese a tener un gran producto. Son como quien tiene el mejor producto del mundo pero es incapaz de venderlo.
Tristemente, de esta guerra no parece que vaya a salir un entente cordiale que nos proponga una competición con méritos deportivos y, a la vez, que busque el equilibrio, el espectáculo y el disfrute colectivo.
Juguemos por tanto la semifinal con emoción e ilusión, pero precavidos, tras cada curva no sabemos lo que nos espera e incluso disfrutando como locos con el primer título del Granca puede que sea la puerta a un escenario dichoso sin duda, pero peliagudo.