“El público es soberano” es uno de esos axiomas que pueblan el deporte profesional pero, a veces, uno se da de bruces contra una duda: ¿pagar una entrada o un abono te legitima a expresar cualquier cosa que se te ocurra? Tal vez más que ante un axioma, realmente estemos ante una falacia…
¡Paremos el carro! Nos estamos poniendo muy finos… hablemos claro.
Toda esta “profunda” reflexión me viene por varios acontecimientos, algunos muy próximos y otros no tanto. Recuerdo como hará algo menos de un año comenté en otro post mi sorpresa y, en cierto modo, mi indignación por que la afición del Valencia Basket había silbado a su equipo tras dos derrotas pese a estar haciendo un temporadón espectacular; hace no muchos días el propio Gran Canaria Arena silbaba tímidamente a nuestro equipo tras el lamentable partido contra el Andorra, pero lo último es absolutamente incomprensible.
Tras un mal partido, tras muchos malos partidos si se quiere, la afición del Palau Blaugrana ha tenido los santos pulmones de silbar a Juan Carlos Navarro: ¡No salgo de mi asombro! Que si, que han pagado su entrada, su abono y tienen libertad de expresión, pero ¿en serio?
La realidad es que es casi una tradición patria la costumbre de defenestrar y desollar con cierta alegría y festejo a nuestras leyendas. No consideramos digno de respeto el trabajo de muchos años de nadie y, mucho menos, creemos deber agradecimiento a quien nos ha dado tantas alegrías y nos ha hecho disfrutar como enanos.
A ver, el FC Barcelona no es santo de nuestra devoción, ningún equipo futbolero metido en el baloncesto lo es (como hemos dejado claro en millones de post) pero la admiración por la “bomba” es imprescindible para cualquiera que ame este deporte. Él solito ha ganado partidos y torneos enteros con su capacidad de anotación, en especial, en los momentos calientes.
Probablemente Juan Carlos Navarro sea, tras Pau Gasol, el mejor jugador de la historia de España, sin duda el mejor exterior, y, probablemente, de los mejores exteriores decisivos europeos. Por tanto, ¿cómo pueden silbarle? Deberían estarle eternamente agradecidos, ¿alguien se imagina que silbáramos a Jim Morani?
No vamos a insistir en la falta de modestia que cada vez abunda más entre “los grandes” de nuestra liga, pues es un mal que les fue contagiado del fútbol hace ya tanto tiempo que es prácticamente imposible la cura. Pero si nos gustaría subrayar cómo nos empezamos a contagiar de esa mala costumbre de la prensa futbolera-deportiva: crear polémica y mal ambiente en todo momento. A ellos les conviene (más ventas, más clics, más audiencia) pero a los clubs que seguimos y animamos no les ayuda en nada ¿en serio alguien cree que va a jugar mejor porque le silben?
Además, el hecho de silbar o abuchear me parece un acto especialmente desagradable. Podemos entender que decidan no aplaudir, incluso que luego puedan verter críticas (siempre desapasionadas y respetuosas) por redes sociales u otros espacios, pero esa irascibilidad, ese exceso de emotividad no lo comprendo. Y aquí está la clave de este post ¿pagar la entrada te legitima para ser mal educado y faltón? ¿Es lo mismo opinar que silbar, insultar o abuchear?
Dicen que muchos van a los pabellones o estadios a desfogarse de sus angustias personales, pero no puedo compartir esto. ¿No sería mucho más justo que te desahogases con quienes te crean las angustias y no con quien te da entretenimiento y placer? Será por oportunidades y lugares para abuchear a los que de verdad nos joden la vida…
Pues nada, mientras el Palau le silba, nosotros le agradecemos su juego y cómo hemos disfrutado con él, incluso cuando ha machacado a nuestro Granca.
¡Gracias Juan Carlos!