El viernes pasado nos fuimos todos para casa con un muy mal sabor de boca. Los grandes resultados de los últimos años nos han generado un peligroso acomodamiento a los éxitos y vernos fuera de EuroCup una ronda antes que el año anterior tiene un gusto amargo.
Fue un partido emocionante, de esos que rozan la épica de la remontada, pero para mi peculiar modo de entender el baloncesto fue un partido feo y desagradable. Se juntaron un montón de circunstancias que son relativamente habituales en nuestro deporte pero que, al juntarse en los mismos cuarenta minutos, hacen a uno salir del pabellón con muy mal cuerpo.
Siempre he visto como una virtud el hecho de que, pasase lo que pasase en la cancha y en el marcador, el enfado sólo me duraba lo que tardaba en ir caminando desde el CID hasta la estación de guaguas conocida como El Hoyo (obviamente en tiempos del CID). Las alegrías, por el contrario, si podían aderezar el día o incluso la semana.
Del ranking de cosas negativas que podían pasar en un partido, los redactores de este blog muchas veces hemos dicho que realmente lo peor es perder en el último segundo por un tiro heroico del contrario y esa carita de tonto que se te queda. Esto es mucho más doloroso que cuando un equipo te pasa por arriba de principio a fin, aunque últimamente nuestro inflado ego colectivo se sienta muy orgulloso como para comprender que alguien te dé un meneo.
Pero realmente, tras lo vivido este viernes, he recordado algo peor que perder en el último segundo. Sin duda la sensación de un partido bronco, lleno de agresividad, con unos árbitros extremadamente desacertados (I), rivales burleteros y con muy poca clase (II), muy mal juego de los nuestros y, como si todo esto fuera poco, ese susto que nos apretó el corazón con Sasu Salin (III). Los partidos “de mal rollo” son infinitamente peores que cualquier derrota.
Ya lo hemos comentado muchas veces, la EuroCup es objetivamente la competición más importante para el Club Baloncesto Gran Canaria en esta temporada. Es la única en la que realmente se podía crecer y, además, ese crecimiento podía tener un efecto realmente trascendente en los próximos años.
Crecer en la ACB no sólo es muy difícil, sino que no reportaría al club nada más que el disfrute del resultado. La única forma de crecer en estabilidad y proyección pública (IV) es acceder a la injusta, irritante e impredecible EuroLeague. Para lograr este objetivo, la única vía realista es ganar la EuroCup. Hay quien dice que nos viene bien estar eliminados, porque estaremos más frescos en ACB, y no verá la importancia de la competición europea.
Afrontar cualquier competición deportiva no depende exclusivamente de tu planificación, esfuerzo, técnica, lesiones, etc. Otro factor tan importante como el tuyo propio es el rival. En esta eliminatoria hemos sido claramente superados por un equipo que no sé si tendrá mejor equipo (no lo parece), pero desde luego si tenía mucho mejor preparado el partido (V).
Nos eliminaron, no hubo ningún fallo clamoroso, no hubo ninguna mano negra, ni nada especial. Simplemente fueron mejores.
Precisamente por esto, por esta sencilla razón, aunque tengamos mal sabor de boca no podemos hablar de fracaso, sólo de decepción.