La otra tarde estuve viendo uno de los «Colgados del Aro», concretamente, en la sección polémica e interesante de Kowalsky. Mis discrepancias en su forma de ver las cosas fuera del mundo del baloncesto parecen siderales, pero en lo estrictamente baloncestístico no lo soy tanto. Pero mira tú por dónde, en el último programa abordó un tema, en el que no puedo estar más en contra sin tener que abandonar el país de forma inmediata. Y, como gritarle a un móvil en público es de gente insana y poco recomendable socialmente, me decidí a escribir con mi habitual pericia tan reconocida (ninguna); eso sí, desde el buen rollo y la coña que caracterizan a ambos espacios de difusión del baloncesto, aunque juguemos en distintas divisiones…, ¿difícil adivinar quién es quién?, nosotros somos la A2, o la A9, para el caso es igual.
Las rotaciones, esa es la controversia; ocho-doce-diez, ¿cuántos jugadores deben participar para ser eficaces? Yo ya he escrito sobre cómo eran las rotaciones ochenteras, y en menor medida, noventeras. Como todos los equipos jugaban, de facto, con siete o menos jugadores (porque los suplentes, difícilmente superaban los cinco minutos de media en ese baloncesto) lógicamente, los que sí se jugaban, tenían, a la fuerza, que dosificarse. Algo similar ocurre en la actual NBA; aunque en menor medida. Las estrellas rozan los cuarenta minutos de media, pero la cantidad de tiempos muertos y continuos parones les ayudan a controlar la fatiga. Pero, ¿qué pasaría si un entrenador ACB quisiera reducir la rotación a ocho o siete? Pues que, por muy buenos que fueran esos ocho o siete, los terminarían derrotando por abrasión, incrementarles el ritmo, la presión, los traps sería inasumible; porque eso de que «yo en mi oficina trabajo ocho horas y no me puedo cansar» que comentó Coach K es de un nivel de cuñadismo olímpico; con medalla incluida. La fatiga en el deporte no es una opción, no se elige tener por desidia, es algo que ocurre porque está de Dios, no hay tú tía, los límites existen. Hasta los Warriors petan cuando juegan ocho partidos, en 12 días, eso es así, para todos, por mucho que se trabaje.
La diferencia radica ahí, en la susodicha diferencia. La diferencia de nivel entre jugadores dentro de los equipos NBA, las estrellas americanas están a años luz de sus suplentes, cosa que no ocurre con sus homónimos FIBA. El noveno jugador (en calidad) de un equipo español no se diferencia tanto como, pongamos por ejemplo Curry y McGee. Con lo que tú no puedes darle, y pongamos otro ejemplo, treinta y cinco minutos a Kuric y solo cinco a Salin. Eso sí que no.
Otro tema igual de sangrante es lo de que en la NBA sólo se juegan uno contra uno. ¡Mentira, gorda y ponzoñosa! Es que ahora los Spurs de los últimos años, el movimiento de balón de los Golden State, hasta los Hawks de hace un par de años no era una maravilla de juego colectivo. ¿Se ha puesto nuestro estimado Kowalsky a comparar el grosor y el rigor de los libros de jugadas de ambos lados del Atlántico? ¡Qué lo haga! igual se sorprende. Otra cosa, es que cuando dispones de un talento tan desbordante sea poco inteligente no usarlo o tratar de dominarlo o supeditarlo a las ideas, casi siempre peregrinas, del entrenador de turno. Gente con tendencia a olvidar que esto es un juego, como su nombre indica, y que son los jugadores los protagonistas, los que nos hacen disfrutar, por lo que vemos esta cosa rara de las canastas y los balones naranjas.
Sólo tengo un mínimo porcentaje de los conocimientos de Kowalsky, pero tras más de treinta años viendo baloncesto creo que alguna opinión fundada tengo… o lo intento.
Aquí puedes ver el vídeo origen del post: https://youtu.be/Vzb2l0lugsM
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