Desde GrancaMentarios hemos intentado, desde un principio, afrontar nuestra pasión por el baloncesto desde un punto de vista lúdico y huyendo de la crispación como del demoni in live. Nos aferramos a este leite motiv hasta para afrontar temas espinosos y dar nuestro parecer en cualquiera de ellos.
Por lo que sea, esto no sirve para todo el mundo y algunas buenas hostias nos han llegado en Twitter, afeando esta actitud en Twitter nuestra, tan punible, en un ámbito tan transcendental como el baloncesto. Bueno, es lo que hay cuando das la cara: lo esperable es que te la partan un pisco siquiera.
Sin embargo, uno de los temas donde menos tortas no han caído es cuando nos mostramos críticos con la labor del speaker. Nunca nos gustó, cómo llevó, ni como desarrolló su labor. Eso no ha cambiado, pero quizás hubiéramos preferido que su salida hubiera sido por su, para nosotros, deficiente labor y no por los motivos que desembocaron en su dimisión.
En la grada de un pabellón o estadio, el comportamiento no debería ser muy diferente al de un supermercado, la calle o nuestro puesto de trabajo. Si consideramos que está mal «acordarnos» de los ancestros y familiares consanguíneos de un vecino, un compañero de trabajo, de un policía municipal o de un panadero que pasa por la calle, también debería parecernos mal cuando te diriges a un árbitro, un rival, un jugador local, un entrenador o, incluso, al speaker, independientemente de cómo y cuándo la haya cagado. La «moda» de la mala educación no se disculpa en ningún momento: es puro incivismo.
Si la dimisión de José Alméida “Josito” (Sepeaker durante más de diez larguísimos, enormes… años) ha sido por sentirse despreciado por la grada, nos parece francamente mal. Nadie debería sentirse insultado haciendo su trabajo, incluso haciéndolo rematadamente mal (Esto, obviamente, va en ambas direcciones: Público → Protagonista y Protagonista → Público).
Esta situación, junto a otras, nos lleva al reflexionar sobre el mal ambiente que se vive en el Gran Canaria Arena. Las cosas van mal, fatal, desastrosamente… pero dudo que ayude a nada ir encabronado a algo que se supone que es ocio y divertimento. Si te pones así por una afición, cómo afrontarás los problemas laborales o familiares que si son decisivos para tu vida y la de tus allegados. Quizás, incluso alguno sea más dócil en este ámbito privado y ¡estaría feísimo!
Responsables del estado actual del el club son muchos: directivos, entrenadores, responsables deportivos o jugadores (sobre todo los del año pasado por meternos en la EuroLeague, los mu’desgraciaos). Esto es fácil de decir, pero ¿cómo se soluciona? Con conexión.
No conozca nadie, ni médicos, ni abogados, ni barrenderos o profesores que cúando le salen las cosas mal en su trabajo, mejoren después de recibir una buena lista de insultos. Si no te cuadra un informe y se acuerdan de tus bisabuelos paternos no te vienes arriba. Si te despistas y pierdes una venta, no ayuda que te hagan sentir mal por ello. Pero una buena palmada en el hombro, un “bueno, venga, que la próxima vez te saldrá mejor porque tú lo vales” eso sí que funciona, un “gracias por tu trabajo” nos gusta a todos.
No hay que esperar un arreón de los jugadores para ayudarlos, hay que hacerlo antes. Al menos no ponerlos aún más nerviosos con pitos o incluso insultos (Si, insultos que he oído yo, allí en vivo…). Puede sentir los colores tanto como quieras, pero no hay que renunciar a la capacidad de raciocinio y análisis para entender cosas evidentes como que ellos tienen unas ganas muy superiores a las nosotras de ganar, ellos saben más que nosotros de baloncesto, mucho más de hecho.
Los rivales, los muy sinvergüenzas, también quieren ganar y los que nos sentamos en la grada, si queremos ayudar, solo podemos hacer una cosa. Si de verdad quieres que la cosa mejore, piensa en que suma y, recuerda, en el precio de una entrada o un abono no se incluye la suspensión de las normas habituales de la vida en sociedad y que eso de tratar a los demás como quieres que te traten a ti, es una buena norma.
Pero sobre todo recuerda ¡Vamos Granca!